2 de enero de 2011

Santa María, Madre de Dios


María es madre humana del Hijo de Dios, aquel que los siglos aguardaban y del que los profetas hablaron. María es madre del Hombre en el que Dios mismo se encarna.

¡Y EFESO CANTO A LA MADRE DE DIOS!

Confieso que el titulo de madre me gusta y de la misma forma confieso que es el titulo que más me gusta para la mujer, será seguramente, porque recuerdo a mi madre y con ello tanto como le debo y todo bueno, porque las madres simplemente tienen que dar y regalar bondad y belleza en este mundo.

Cuando hablamos de maternidad, hablamos de vida y recreación de la misma forma que hablamos de amor, simple y llanamente amor y no un amor cualquiera sino un amor que se da, un amor que es protección, un amor que en muy pocas ocasiones pide y si pide es más por el otro que para si misma.

Maternidad, qué bien me suena; maternidad, cuánta belleza. Pero quizás al acercarnos de puntillas al nacimiento de Cristo, es decir, al nacimiento que nos regeneró eternamente, tendremos que hacerlo mirando a la Madre, mirándola cerca y nadar en sus dos ojos, dos lagos sin fondo para empezar a sumergirnos en el misterio de Dios en la tierra.

¡No es difícil por tanto cantar, como en Efeso se cantó aquello del Santa María, Madre de Dios!

Porque esta maternidad divina es una consecuencia de la confesión en Jesús Señor Nuestro, donde le reconocemos por su humanidad y por su divinidad. Sus dos naturalezas y también su verdadera forma de ser y estar. Por eso no es nada extraño que la Iglesia ya en su primer tiempo viese a María, como la madre de aquel que es su Amo y Señor.

¡No es difícil por tanto seguir cantado, como en Efeso se cantó aquello del Santa María, Madre de Dios!

Y es que María es madre humana del Hijo de Dios, aquel que los siglos aguardaban y del que los profetas hablaron. María es madre del Hombre en el que Dios mismo se encarna. María es el primer sagrario, o si queréis esa primera custodia en la que Dios, Dios mismo se expuso, tanto se expuso que fue tocado y besado por muchos, tanto se expuso que al llegar el momento su momento, toda su sangre sirvió de precio y garantía por ti y por mi. María es madre humana del Señor, pero ahora y también por otro momento es madre tuya como mía, la maternidad de María no se cierra sino que se abre. El momento de su maternidad es más universal que propio, su momento es momento de sangre y de cruz, seguramente de preguntarse en ese momento ¿Dónde estaba el ángel que con tanta alegría le anunciara su gestación? ¿Dónde ahora la gloria y la majestad de un Mesías prometido a Israel? Sin seguramente saber que Israel era Ella misma. Fue terrible su aprendizaje de madre del Rey, porque su corona fue de espinas pero no por ello dejó de ser madre y Madre del único Rey.

¡No es difícil por tanto continuar cantado, como en Efeso se cantó aquello del Santa María, Madre de Dios!

Esta maternidad divina de la Virgen Santísima es la forma más hermosa de expresar cómo nosotros debemos de ser y vivir nuestro cristianismo. María es Madre de la comunidad de los creyentes, de los que de alguna forma queremos ser seguidores del Señor. Somos el nuevo Pueblo, somos el Pueblo que se incorpora a la nueva y eterna alianza. María es por tanto Madre de Cristo, y no sólo eso fue Maestra de Dios en la tierra como ahora es Maestra en el seguimiento de Cristo.

¡No es difícil, nada difícil el seguir cantando ahora y siempre, como en Efeso, como la Iglesia canta, eso del Santa María, Madre de Dios!

Fray Juan Franco Pérez O.P.
Real Convento de Predicadores de Valencia y Hermano de esta Sacramental Hdad.